Nueve de Octubre
- Orlando Mendieta
- 6 oct
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Por René De Gracia
El nueve de octubre, los suecos designaran oficialmente el escritor que será galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2025. Esperamos que la decisión no sea a favor de un escritor poco conocido. En lo personal, deseo que el galardón más distinguido en la literatura sea concedido a un escritor latinoamericano, particularmente a un argentino.
Nadie puede afirmar que históricamente este país austral carece de destacados escritores en todos los géneros literarios; afortunadamente, le sobran. A modo de ejemplo podemos citar a Leopoldo Lugones, Adolfo Bio Caseres, Roberto Art, Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges; el eterno aspirante desde 1967, pero nunca le fue concedido. Otros argentinos con todos los méritos para recibir el Nobel lo fueron Alejandra Pizanik, Susana Thénon, Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Juan Gelman, Juana Bignozzi, Claudia Piñeiro, Samantha Schweblin y otros.
En la actualidad, Cesar Aira, siempre se encuentra entre los postulantes al Nobel. En este nuevo milenio se ha convertido en otro aspirante constante, tal como lo hizo Borges en el siglo pasado.
Si este año el galardón más destacado de la literatura universal no lo recibe ningún argentino se haría justicia con que el mismo se le otorgue al cubano Leonardo Padura o en última instancia al escritor indio Salman Rushdie.
El nueve de octubre de 1967 recordamos la ejecución en La Higuera, Bolivia del comandante Ernesto Guevara de la Serna, cariñosamente conocido como “Che Guevara”. Durante su estancia en Panamá; el apodo preferido en el Café Coca Cola y el restaurante El Gato Negro, era “Chombo”.
Su paso por nuestro país se caracterizó por ser el lugar en el cual realizó su debut como periodista. Escribió dos artículos, de gran relevancia. El primero publicado en el periódico vespertino Panamá América, en el suplemento dominical del 22 de noviembre de 1953, titulado “Un vistazo a la margen es el gigante de los ríos”. Posteriormente 12 de diciembre de ese mismo año, la revista Siete, bajo la dirección de los distinguidos periodistas Roberto “Tito” Arias y Guillermo Rodolfo Valdés, publicó en exclusiva el artículo que lleva como título: Machu-Picchu enigma de piedra en América. Como parte de un análisis histórico, reproducimos este importante artículo, convencidos qué será del agrado de los lectores de Financiero News.
Machu – Picchu enigma de piedra en América
Coronando un cerro de agrestes y empinadas laderas, a 2800 mts sobre el nivel del mar y 400 sobre el caudaloso Urubamba, que baña la altura por tres costados, se encuentra una antiquísima ciudad de piedra que, por ampliación, ha recibido el nombre del lugar que la cobija: Machu Pichu.
¿Es esa su primitiva denominación? No, este término quecha significa Cerro Viejo, en oposición a la aguja rocosa que se levanta a pocos metros del poblado, Huaina Picchu, Cerro Joven; descripciones físicas referidas a cualidades de los accidentes geográficos, simplemente. ¿Cuál será entonces su verdadero nombre? Hagamos entonces un paréntesis y trasladémonos al pasado.
El siglo XVI de nuestra era fue muy triste para la raza aborígen de América. El invasor bárbaro cayó como un aluvión por todos los ámbitos del continente y los grandes imperios indígenas fueron reducidos a escombros. En el centro de América del Sur, las luchas intestinas entre los dos postulantes a heredar el cetro del difunto Huaina Cápac, Atahualpa y Huáscar, hicieron más fácil la tarea destructora sobre el más importante imperio del continente.
Para mantener quieta la masa humana que cercaba peligrosamente el Cuzco, uno de los sobrinos de Huáscar, el joven Manco II, fue entronizado.
Esta maniobra tuvo inesperada continuación: los pueblos indígenas se encontraban con una cabeza visible, coronadas por todas las formalidades de la ley incaica posibles bajo el yugo español y un monarca no tan fácilmente manejable como quisieran los españoles. Una noche desapareció con sus principales jefes, llevándose el gran disco de oro, símbolo del sol. Y, desde ese día, no hubo paz en la vieja capital del imperio.
Las comunicaciones no eran seguras, bandas armadas correteaban por todo el territorio e incluso cercaron la ciudad, utilizando como base de operaciones la vieja e imponente Sacsahuaman, la fortaleza tutora del Cuzco, hoy destruida. Corría el año 1536.
La revuelta a gran escala fracasó, el cerco del Cuzco de ser levantado y, otra importante batalla, en Ollantaitambo, ciudad amurallada a orillas del Urubamba, fue perdida por las huestes del monarca indígena. Este se redujo definitivamente a una guerra de guerrillas que molesto considerablemente al poderoso español. Un día de borrachera, un soldado conquistador, desertor, acogido con seis compañeros más en el seno del corte indígena asesinó al soberano, recibiendo, junto con sus desafortunados compinches, una muerte horrible a manos de los indígenas súbditos que expusieron las cercenadas cabezas en las puntas de las lanzas como castigo y reto. Los tres hijos del soberano, Sairy, Tupac, Tito Cusi y Tupac Amaru, uno a uno fueron reinando y reinando y murieron en el poder. Pero con el tercero murió algo mas que un monarca: se asistió al derrumbe definitivo del imperio incaico.
El efectivo e inflexible Virrey Francisco Toledo, tomó preso al último soberano y lo hizo ajusticiar en la plaza de armas del Cuzco, en 1572. El Inca, cuya vida de confinamiento en el templo de las Vírgenes del sol, tras un breve paréntesis de reinado, acababa tan trágicamente, dedicó a su pueblo, en la hora postrera, una viril alocución que lo rehabilita de pasadas flaquezas y permite que su nombre sea tomado como apetitivo por el precursor de la independencia americana, José Gabriel Condorcanqui: Tupac Amaru II.
El peligro había cesado para los representantes de la corona española y a nadie se le ocurrió buscar la base de operaciones, la bien guardada ciudad de Vicapampa, cuyo ultimo soberano la abandonó antes, de ser apresado, iniciándose entonces un paréntesis de tres siglos en que el mas absoluto silencio reina en torno al poblado.
El Perú seguía siendo una tierra virgen de plantas europeas en muchas partes del territorio, cuando un hombre de ciencia italiano, Antonio Raimondi, dedicó 19 años de su vida, en la segunda mitad del siglo pasado, a recorrerlo en todas direcciones. Si bien cierto de que Raimondi no era arqueólogo profesional, su profunda erudición y capacidad científica, dieron al estudio del pasado incaico un impulso enorme. Generaciones de estudiantes peruanos tornaron sus ojos al corazón de una patria que no conocían, guiados por la monumental obra “El Perú”, y hombres de ciencia de todo el mundo sintieron reavivar el entusiasmo por la investigación del pasado de una raza otrora grandiosa.
A principio de este siglo, un historiador norteamericano, el profesor Bingham, llegó hasta las tierras peruanas, estudiando en el terreno itinerarios seguidos por Bolívar, cuando quedo sojuzgado por la extraordinaria belleza de las regiones visitadas y tentado por el incitante problema de la cultura incaica. El profesor Bingham, satisfaciendo al historiador y al aventurero que en él habitaban se dedicó a buscar la perdida ciudad, base de operaciones de los cuatro monarcas insurgentes.
Sabía Bengham, por las crónicas del padre Calancha y otras, que los incas tuvieron una capital y política a la que llamaron Vitcos y un santuario mas lejano, Vicapampa, la ciudad que ningún blanco había hallado y, con esos datos, inició la búsqueda.
Para quien conozca, aunque sea superficialmente, la región, no escapará la magnitud de la tarea emprendida. En zonas montañosas, cubiertas de intricados bosques subtropicales, surcadas por ríos que son torrentes peligrosísimos, desconociendo la lengua y hasta la psicología de sus habitantes, entro Bingham con tres armas poderosas: un inquebrantable afán de aventuras, una profunda intuición y un buen puñado de dólares.
Con paciencia, comprando cada secreto o información a precio de oro, fue penetrando en el seno de la extinguida civilización y, un día, en 1911, tras años de ardua labor, siguiendo rutinariamente a un indio que vendía un nuevo conglomerado de piedras, Bingham, él solo, sin compañía de hombre blanco alguno, se extasió ante la imponente ruina que, rodeadas de maleza, casi tapadas por ella, le daban la bienvenida.
Aquí hay una parte triste. Todas las ruinas quedaron limpias de maleza, perfectamente estudiadas y descritas y…totalmente despojadas cuanto objeto cayera en mano de los investigadores que llevaron triunfantemente a su país más de doscientos cajones conteniendo inapreciables tesoros arqueológicos y también, por que no decirlo, importante valor monetario. Bingham no es el culpable; un gobierno imposibilitado económicamente para hacer una expedición de la categoría de la dirigió el descubridor de Machu-Picchu, tampoco es culpable. ¿No los hay, entonces? Aceptémoslo, pero ¿Dónde se puede admirar o estudiar los tesoros de la ciudad indígena? La respuesta es obvia: en los museos norteamericanos.
Machu-Picchu no fue para Bingham un descubrimiento cualquiera, significó el triunfo, la coronación de sus sueños límpidos de niños grande, que eso son casi todos los aficionados a este tipo de ciencia -. Un largo itinerario de triunfos y fracasos coronaba allí y la ciudad de piedra gris llenaba de sueños y vigilias, impeliéndole a comparaciones y conjeturas a veces alejadas de las demostraciones experimentales. Loa años de búsqueda y los posteriores triunfos convirtieron al historiador viajero en un erudito arqueólogico y muchas de su aceveraciones cayeron con incontrastable fuerza en los medios científicos, respaldadas por la experiencia formidable que había recogido en sus viajes.
En opinión de Bingham, Machu. Picchu fué la primera morada de la raza quechua y centro de expansión, antes de fundar el Cuzco. Se interna en la mitología incaica e identifica tres ventanas de un derruido templo con aquellas de donde salieron los hermanos Ayllu, místico personajes del incario; encuentra similitudes concluyentes entre un torreón circular de la ciudad descubierta y el templo del sol de cuzco; en fin analizando concienzudamente todas las posibilidades, llega a la siguiente conclusión: la ciudad descubierta fue llamada, hace más de tres siglos Vilcapampa, santuario de los monarcas insurgentes y, anteriormente constituyó el refugio de las vencidas huestes del inca Pachacuti cuyo cadáver guardaron en la ciudad, luego de ser derrotado por las tropas por las tropas chinchas, hasta el resurgimiento del imperio. Pero el refugio de los guerreros vencidos, en ambos casos se produce por ser esta Tampu-Toco, el núcleo inicial, el recinto sagrado, cuyo lugar de emplazamiento sería este y no Pacuru Tampu, cercano a Cuzco, como lo le dijeran al historiador Sarmiento de Gamboa, los notables indios que interrogara por orden del Virrey Toledo.
Los investigadores modernos no están muy de acuerdo con el arqueólogo norteamericano, pero no se detallan sobre la definitiva significación de Macchu- Picchu.
Tras varias horas de tren, un tren asmático, casi de juguete, que bordea al principio un pequeño torrente para seguir luego las márgenes del Urubamba pasando ruinas de la imponencia de Ollataitambo, se llega al p8ente que cruza el río. Un serpeante camino de en cuyos 8 kilómetros de recorridos se eleva a 400 mt. Sobre el nivel del torrente, nos lleva hasta el hotel de las ruinas, regentado por el señor Soto, hombre de extraordinaria erudición en cuestión incaicas y buen cantor que contribuye, en las deliciosas noches del trópico, a aumentar el sugestivo encanto de la ciudad derruida.
Macchu- Picchu se encuentra edificada sobre la cima del cerro, abarcando una extensión de 2 km. por perímetro. En general, se la divide en tres secciones: la de los templos, la de las residencias principales, la de la gente común. En la sección dedicada al culto, se encuentran las ruinas de un magnifico templo formado por grandes bloques de granito blanco, el que tiene las tres ventanas que sirvieran para la especulación mitológica de Bingham. Coronando una serie de edificios de alta calidad de ejecución, se encuentra el Intiwatana, el lugar donde se amarra el sol, un dedo de piedra de 62 cm de altura, base del río indígena y uno de los pocos que quedan en píe, ya que los españoles tenían buen cuidado de romper este símbolo apenas conquistaban una fortaleza incaica.
Los edificios de la nobleza tienen muestras de extraordinario valor artístico, como el torreón circular ya nombrado, la serie de fuentes y canales tallados en la piedra y muchas residencias notables, por la ejecución y el tallado de las piedras que la forman.
En las viviendas presumiblemente dedicadas a la plebe, se nota una gran diferencia por la falta de esmero en el pulido de las rocas. Las separa de la zona religiosa una pequeña plaza o lugar plano, donde se encuentran los principales reservorios de agua, secos ya, siendo una de las razones, supuestas dominantes, para el abandono del lugar como residencia permanente.
Macchu-Picchu es una ciudad de escalinatas; casi todas las construcciones se hallan a niveles diferentes, unidas, una por otras por escaleras, algunas de roca primorosamente tallada, otras de piedras ces de resistir las inclemencias climáticas, como las alienadas sin mayor afán estético, pero toda capa ciudad entera, que sólo ha perdido los techos, de paja y tronco, demasiado endebles para luchar contra los elementos.
Las necesidades alimenticias podían ser satisfechas por los vegetales cosechados mediante el cultivo en andenes, que todavía se conservan perfectamente.
Su defensa era muy fácil debido a que dos de sus lados están formados por laderas casi a pique, el tercero es una angosta garganta franqueable sólo por senderos fácilmente defendibles, mientras el cuarto da al Huaina-Picchu. Este es un pico que se eleva unos 200 mt. Sobre el nivel de su hermano, difícil escalar, casi imposible para el turista, sino quedaran los restos de la calzada incaica que permite llegar a su cima bordeando precipicios cortados a pique. El lugar parece ser mas de observación que otra cosa ya que no hay grandes construcciones. El Urubamba contornea casi completamente los dos cerros haciendo su toma prácticamente imposible para una fuerza atacante.
Ya dijimos que esta en controversia la significación arqueológica de Macchu- Picchu, pero poco importa cual fuera el origen primitivo de la ciudad o, de todas maneras, es bueno dejar su discusión para los especialistas. Lo cierto, lo importante, es que nos encontramos aquí frente a una pura expresión de la civilización indígena más poderosa de América, inmaculada por el contacto de las huestes vencedoras y plena de inmensos tesoros de evocación entre sus muros muertos o en el paisaje estupendo que lo circunda y le da, el marco necesario para extasiar al soñador, que vaga porque si entra en sus ruinas, o al turista yanqui que, cargado de practicidad encaja los exponentes de la tribu degenerada, que puede ver el en el viaje, entre los muros otrora vivos, y desconoce la distancia moral que los separa, porque estas son sutilezas que sólo el espíritu semi-.indígena del latinoamericano puede apreciar.
Conformémonos, por ahora, con darle a la ciudad los dos significados posibles: para el luchador que persigue lo que hoy se llama quimera, el de un brazo extendido hacia el futuro cuya voz de piedra grita con alcance continental : “ciudades de Indoamérica, reconquistad el pasado”; para otros aquellos que simplemente “huyen del mundanal ruido”, es válida una frase anotada en el libro de visitantes que tiene el hotel y que un súbdito inglés dejó estampada con toda la amargura de su añoranza imperial. “I am lucky to find place without a Coca-Cola propaganda.”




