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Nuestro Principal Problema

  • Foto del escritor: Orlando Mendieta
    Orlando Mendieta
  • 18 jun
  • 3 Min. de lectura
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Leopoldo Neira Meléndez

Desde hace algún tiempo, algo más de 10 años, nuestros estudios de opinión pública han venido señalando, la posibilidad de un estallido social, producto de la inequidad en la distribución de la riqueza.

Panamá se encuentra entre los países con peor distribución de los ingresos. Eso lo sabemos. Sin embargo, somos bastante menos conscientes que la mayoría de panameños hoy están tan decepcionados con la democracia, que están dispuestos a probar otra vía.

Es decir, para aquello que aún creemos en la democracia, hay una amenaza real. Amenaza que se ha ido incrementando a lo largo de los años y que no necesariamente, se mide únicamente cuando ejercemos el voto.

Este deterioro democrático ha sido en gran medida, desoído por gobiernos, partidos políticos, gremios empresariales y sociedad civil en general. No hay que sorprenderse. La negación es el mecanismo de defensa preferido por los humanos. Negar los problemas lo oculta de la consciencia personal, pero los agranda socialmente.

Para muetras un botón. Mientras no haya una manifestación pública importante, los problemas sociales latentes, simplemente han sido ignorados olímpicamente por todos.

Léase tenemos el hábito de que lo urgente en nuestro país, terminó por eliminar casi a su extinción, lo más importante. Impera en casi todo el corto plazo, el cálculo político sobre el largo plazo y la política de estado. Es hora de abrir los ojos y cambiar rumbo.

Hace ya un lustro, llego la pandemia. Fue un punto de inflexión universal. Su arribo ofreció más oportunidad al fuerte y más problema al débil.

Es decir, agudizó nuestra ya alarmante asimetría social. El COVID acentuó muestras diferencias. Quien no lo quiera aceptar es hora de observar con mayor atención nuestro entorno.

Analizado el efecto pandémico en retrospectiva, exageramos el cierre. Como consecuencia, hoy continuamos pagando la factura sobretodo en el ámbito económico y social.

En lo económico la mayor cuota de sacrificio inmediato la aporto la micro y pequeña empresa. En lo social el mayor sacrificio lo aporto la educación pública.

Según el cálculo de expertos del área, desaparecieron más de 100,000 empleos formales. Una tragedia. Pero, cuántos empleos y oportunidades se están perdiendo ya y seguiremos perdiendo por falta de educación. Imposible hoy calcularlo.

Cómo hacer el cálculo si desde la pandemia hemos perdido 550 días de la escuela pública y la cuenta sigue abierta?

Como emplear a estos jóvenes? Como admitirlos en universidades con semejantes deficiencias?

Me es muy difícil aceptar que semejante agujero educativo, se resuelve con reposiciones de una hora más de clase por día o llevarlos los sábados de todo un año a clases. Tiempo que se va no vuelve. Hay daños que son irreparables a nuestro tejido social.

Producto de todo lo anterior, somos un país con dos caras. Una costera, de rascacielos como ciudad alguna en Latino América y altamente tecnificada. La otra periférica, donde mayoritariamente escasea el agua potable y tercermundista. Esto es peligroso por decir lo menos.

La única fórmula para evitar una explosión social, (que ya ha tenido múltiples expresiones recientes ), es una: mejorar continuamente la educación pública, hasta adecuarla a la privada.

No olvidemos que uno de los principios de toda democracia es ofrecer a todos los ciudadanos las mismas oportunidades, no los mismos beneficios.

Cuando observo las protestas de los gremios educativos a lo largo y ancho del país. Cuando observo nuestra bandera encabezar cada marcha, me pregunto: Es esa la mejor manera de darle solución al más grave problema que tiene el país? Así es que cerramos la asimetrías?

Es hora que todos los panameños de bien lo tengamos muy claro. Aquello que está en juego es nuestro sistema democrático.

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